viernes, 2 de abril de 2010

La lanza de Longinos

La Lanza Sagrada de Longinos debe su nombre al soldado Cayo Casio Longinos, que fue el que atravesó el costado de Cristo en su crucifixión.

La lanza llego a manos de los guerreros teutónicos, quienes la convirtieron en su talismán y le dieron un significado de poder místico.

La leyenda se origina en el evangelio según San Juan. 19:33-37:

  • ... pero llegando a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado y al instante salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero; él sabe que dice verdad para que vosotros creáis; porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura: «No romperéis ni uno de sus huesos».

Y otra Escritura dice también: «Mirarán al que traspasaron».

El versículo siguiente cuenta cómo José de Arimatea obtuvo permiso para llevarse el cuerpo de Jesús y, ayudado por Nicodemo, lo colocó en una tumba en la noche de viernes santo.

Otras tradiciones orales y escritas, que comenzaron con los primeros cristianos y continuaron en la Edad Media, aseguran que José de Arimatea se preocupó de conservar la cruz, los clavos, la corona de espinas y el sudario. Por medio de las claves que dejó José, Helena, la madre del primer emperador cristiano, Constantino, pudo encontrar estas reliquias.

Pero, según las mismas tradiciones, José había empezado su colección antes de la muerte de Cristo, ya que después de la última cena, guardó la copa en la que Jesús había consagrado el vino. Después de la Resurrección, José conservó la copa junto con la lanza citada en el Evangelio, que pasaron a llamarse, respectivamente, el Santo Grial y la Santa Lanza.

Los viajes posteriores de José con el Grial y la Lanza fueron tema de relatos folklóricos y leyendas en casi todos los países de Europa. En España, en la catedral de Valencia se conserva uno de los «Santos Griales» mejor documentados: se dice que los primeros papas lo habían utilizado en Roma (donde lo había llevado San Pedro) hasta el año 258, en que fue enviado por San Lorenzo a Huesca, para rescatarlo de la persecución imperial. Posteriormente estuvo en San Juan de la Peña y en Zaragoza.

Los escritores medievales, comenzando por el poeta francés Chrétien de Troyes alrededor de 1180, vincularon el destino del Santo Grial y de la Santa Lanza con el mítico Rey Arturo y los no menos míticos Caballeros de la Tabla Redonda, sobre todo con Lanzarote, Gawain y Perceval.

Paralelamente a estas historias -basadas en tradiciones celtas y en fragmentos de hechos históricos- existía la creencia de que la Lanza, había sobrevivido a lo largo del tiempo, pasando de buenas manos, a otras menos buenas. Se creía que quien la poseía adquiría un poder sobrenatural, el cual podía ser usado para el bien o para el mal.

A principios del siglo XX existían por lo menos cuatro «Santas Lanzas» en Europa. Quizá la más conocida es la que se conserva en el Vaticano, aunque la Iglesia Católica siempre la ha considerado como un objeto curioso. Ciertamente, las autoridades papales nunca le atribuyeron poderes sobrenaturales.

Una segunda lanza estaba en París, adonde había sido llevada por San Luis en el siglo XIII, cuando volvió de la cruzada en Tierra Santa.

La tercera es la que está en Cracovia (Polonia), se trata sólo una copia de la lanza de los Habsburgo. Ésta última, la cuarta, es, posiblemente, la que posee una genealogía mejor. Fue descubierta en Antioquía, en 1098, durante la primera cruzada, pero la imaginación oscureció las circunstancias de su hallazgo. Los cruzados que habían sitiado con éxito la ciudad y la habían ocupado, se vieron sorprendidos por una banda de sarracenos fuertemente armada que llegó e invirtió la situación, dejando encerrando a los cruzados dentro de las murallas de la ciudad.

Semanas después escaseaban la comida y el agua, y la rendición parecía el único camino. En aquellas circunstancias trágicas, un sacerdote dijo haber tenido una visión milagrosa de la Santa Lanza, enterrada en una iglesia de la ciudad sitiada, la de San Pedro. Cuando las excavaciones en ese sitio dieron como resultado la aparición de una punta de lanza de hierro, los cruzados se sintieron llenos de ardor y rompiendo el cerco, derrotaron a sus enemigos.

Las tradiciones germánicas, que no coinciden demasiado con esas fechas, afirman que la lanza de los Habsburgo fue llevada como talismán por Carlomagno, en el siglo IX, durante sus XLVII campañas victoriosas. También le había conferido poderes de clarividencia. Según la tradición, Carlomagno murió al dejarla caer de forma accidental.

La lanza pasó a manos de Heinrich el Cazador, quien fundó la casa real de Sajonia y empujó a los polacos hacia el este. Después de pasar por las manos de cinco monarcas sajones, llegó a manos de los Hohenstauffen de Suabia, que les sucedieron. Un destacado miembro de esta dinastía fue Federico Barbarroja, nacido en 1123. Antes de morir, a los 67 años, Barbarroja había conquistado Italia y obligado al Papa a exiliarse.