lunes, 2 de mayo de 2011

La "Invincible" inglesa. El desastre de Cartagena de Indias

Un capitán de guardacostas español, Juan León Fandiño, interceptó en Septiembre de 1739, el buque corsario Rebbeca al mando de Robert Jenkins e hizo que le cortasen una oreja; después de lo cual le liberó con este mensaje: "Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve".
Esta fue la excusa que largo tiempo estaba esperando Inglaterra para intentar asestar un golpe al poder español en América. Así, en octubre de 1739 Inglaterra declaró la guerra a España; guerra que sería conocida como “la oreja de Jenkins”.
Inglaterra buscaba esta vez asestar un golpe mortal al imperio español con la intención de conquistar la ciudad de Cartagena de Indias, ciudad de la que partía cada año la flota que traía el oro americano a España, siendo uno de los puertos más importantes de todo el Caribe. El 13 de Marzo de 1741 se presentó ante la ciudad una flota compuesta por 186 barcos (superando en más de 60 barcos a la “Invencible”):
  • 8 grandes navíos de tres palos
  • 28 navíos de línea
  • 12 fragatas de combate
  • 130 transportes y algunos brulotes
En total sumaban una potencia de fuego de 2.000 cañones comandada por el almirante sir Edward Vernon, además de un contingente de infantería de casi 29.000 hombres al mando del general WentWorth, compuesto por:
  • 15.000 marinos
  • 9.000 soldados de desembarco
  • 2.000 macheteros de Jamaica
  • 2.763 “marines” de las colonias de América del Norte (hoy USA), a cuyo mando estaba Lawrence Washington, hermano de George Washington.
Lo que indica claramente que la intención era una verdadera invasión.
Por parte española las fuerzas defensoras de la ciudad, lideradas por Blas de Lezo y el Virrey Sebastián de Eslava, estaban compuestas por:
  • 2.000 hombres: 1100 veteranos, 400 bisoños
  • 300 milicias
  • 600 indios flecheros traídos del interior
  • 6 buques de guerra: Galicia, San Felipe, África, San Carlos, Dragón y Conquistador.
Vernon desplegó la flota bloqueando la entrada al puerto, y tras silenciar las baterías de los castillos de Chamba, San Felipe y Santiago mandó desembarcar a las tropas y artillería de gran calibre con la cual realizó un fuego intenso de cañón durante 16 días al castillo de San Luis de Bocachica con un promedio de "62 grandes disparos por hora". El castillo estaba defendido por 500 hombres al mando del Coronel Des Naux. Por su parte Lezo colocó cuatro de sus navíos, Galicia, San Felipe, San Carlos y Africa del lado interior de la bahía y en las proximidades del Castillo para apoyarlo con sus cañones. DesNaux desde tierra y Lezo desde el mar consiguieron mantener a raya a los ingleses a duras penas. Lezo, que en aquel momento se encontraba defendiendo la orilla interior de la isla de Tierrabomba, mandó barrenar e incendiar sus buques para obstruir el canal navegable de Bocachica, cosa que solo consiguió parcialmente ya que el Galicia no ardió a tiempo. Sin embargo, se logró retrasar el avance inglés de forma considerable.
Debido a las bajas sufridas en Bocachica, Lezo ordenó el repliegue a la Fortaleza de San Felipe de Barajas. Sabedor de la estrechez del canal de Bocachica, supuso que los ingleses no podrían usar toda su potencia de fuego. Contra su voluntad se vio obligado a hundir los dos únicos navíos que quedaban, Dragón y Conquistador, creyendo que así se evitaría la entrada de los navíos ingleses por Bocagrande a la Bahía de las Ánimas. Pero al igual que en Bocachica, el sacrificio resultó en vano pues los ingleses remolcaron el casco de uno de ellos antes de que se hundiera para restablecer el paso y desembarcaron en las islas de Manga y Gracia. Tras esto, los colonos norteamericanos al mando de Lawrence Washington tomaron la colina de la Popa. Vernon entró entonces triunfante en la bahía con su buque Almirante con las banderas desplegadas y el estandarte de General en Jefe escoltado por dos fragatas y un paquebote. Dando la batalla por ganada despachó correos a Jamaica e Inglaterra. Tras ello ordenó el desembarco masivo de artillería, y mandó cañonear el Castillo de San Felipe desde mar y tierra, con el fin de ablandar la resistencia final.
Tan sólo quedaban 600 hombres bajo el mando de Lezo y Des Naux, que serían los encargados de afrontar la resistencia final en la fortaleza de San Felipe. La resistencia fue numantina, y a pesar de que los defensores recibían fuego de artillería desde la isla de la Manga y de los buques ingleses apostados en Bocachica, los intentos de asalto de la infantería desde la colina de la Popa no prosperaron.
Ante la exitosa defensa de Lezo, Vernon decidió organizar un asalto nocturno con la práctica totalidad de sus efectivos. La noche del 19 de Abril los atacantes al mando del General Woork, con los macheteros jamaicanos en vanguardia, se acercaron al castillo de San Felipe desde el sur. Sin embargo, los vigías dieron a tiempo la alarma comenzado a abrir fuego contra la columna, que se vio obligada a reducir el paso. El avance de los ingleses se frenó debido a que las escalas dispuestas para el asalto tenían una longitud insuficiente para salvar el muro. Se creó de esta forma una confusión en el bando inglés, y encontrándose a los pies de las murallas de San Felipe fueron blanco fácil para los españoles, que hicieron una verdadera carnicería. Al amanecer el desastre inglés era evidente; yacían a los pies de las murallas más de 1.400 ingleses, entre los que se incluían sus mejores oficiales. La posterior carga de los españoles contra los supervivientes “bayoneta en ristre” provocó una desbandada y la muerte de más de 300.
Ante este duro revés Vernon decidió cañonear la fortaleza día y noche durante un mes, pero el escorbuto y la disentería empezaron a extenderse entre sus hombres, así que se vio obligado a retirarse e incendiar seis barcos por falta de tripulación.
Lezo, murió semanas mas tarde por causa de las fiebres y las heridas recibidas en la batalla y Vernon, sabedor de su muerte, continuó con la idea de conquistar Cartagena. Pero para entonces el Virrey de Eslava había reparado las defensas y reforzado la guarnición de la ciudad. Vernon fue relevado del mando en 1746 a raíz de la vergonzosa derrota en Cartagena.
En Inglaterra, dando por cierta la victoria de Vernon, se fundieron medallas conmemorativas de la supuesta victoria bajo el lema: “El orgullo español humillado por Vernon”, medallas que mas tarde serían objeto de burla durante bastante tiempo por parte de los enemigos de Inglaterra. El rey Jorge II prohibió toda publicación sobre el asalto a Cartagena que quedó así sepultado en el olvido.
De vuelta a España al Virrey Don Sebastián de Eslava le fue otorgado el título de "Marqués de la Real Defensa de Cartagena de Indias". Y los restos de Blas de Lezo, verdadero artífice de la victoria permanecieron en Cartagena en el más absoluto olvido. Ni siquiera hoy se sabe dónde está su sepultura. Su figura se suma a las de muchos grandes hombres que lo dieron todo por este bellaco país, en el que, al día de hoy, casi nadie sabe que una vez tuvimos un marino que le hizo sombra al mismísimo Nelson. Sin embargo, si se le recuerda en Colombia y su vida se estudia en los libros de texto de las escuelas del país, además tiene un monumento y una plaza con su nombre en Cartagena de Indias.

domingo, 24 de abril de 2011

A PROPOSITO DE LA SÁBANA SANTA DE TURÍN

Como en los últimos años viene sucediendo, coincidiendo con la Semana Santa se producen una serie de debates en relación con la autenticidad de la Sábana Santa, en la que se supone fue envuelto el cadáver de Jesús.
La Sábana se ha sometido a las pruebas más modernas y los expertos han concluido que la persona que fue cubierta por la sábana:
Era un hombre con dimensiones anatómicas perfectas.
Su sangre en del grupo AB+, perteneciente a la raza judía sefardita.
La impresión de la imagen se ha hecho por negatividad. Es muy superficial, tanto que se podría borra fácilmente raspando con una cuchilla.
No existe rastro de pintura.
Tridimensionalidad, midieron el alto, ancho y volumen y coinciden con el contacto que tuvo el cuerpo. Es la única fotografía que tiene tres dimensiones.
Se descubren monedas sobre los ojos de la imagen, que se corresponde con el ritual judío.
Fue crucificado después de ser flagelado.
Las pruebas muestran que fue flagelado por dos personas distintas (una más alta que otra) y amarrado a un poste alto, pues estaba reventado a golpes provenientes de dos posiciones distintas con un total aproximado de 300 golpes.
Se encuentran en la cabeza más de 40 marcas de espinas, no de una diadema, como normalmente se muestra en las representaciones pictóricas, sino de un casco hecho de espinas, que se le incrustó a golpes.
Se encuentran marcas de edemas que fueron cubiertos con barro debido a las caídas que debió sufrir.
Hay restos de sal de lágrimas, además de pruebas una fractura nasal que no dejó de manar sangre.
Le arrancaron parte de la barba.
Además hay restos de vinagre y de un escupitajo.
Hay muestras de que cargó un leño transversal -cruz- de 50 kg que le magulló su espalda.
Según las huellas de crucifixión, los clavos se los pusieron en las muñecas, para que resistiera su peso. Los clavos se pusieron sin romper ningún hueso. El nervio cercenado con el clavo es el que causa un dolor tan intenso que inclusive se podía haber muerto de dolor. Los clavos medían de 20 a 25 cm y al clavar este nervio, el pulgar se encoge, es por esto que en la imagen de la Sábana no se ven los pulgares.
Presenta una herida profunda en el costado que le perfora el corazón, pero ya no se inflama la herida por que estaba muerto.
Todas estas conclusiones extraídas de la Sábana se corresponden con lo que se narra en los evangelios, por tanto no es de extrañar que muchos cristianos crean que se trata de la autentica Sábana Santa, sin embargo, la Iglesia no se ha pronunciado sobre la autenticidad.

lunes, 21 de marzo de 2011

Los libros de texto, o de referencia, en la Universidad

En los últimos años, la docencia y la alta divulgación han sido postergadas en aras de la investigación, lo que permite un mayor prestigio al profesor universitario. La moda viene de los Estados Unidos, donde se impuso hace años para conseguir fuentes de financiación que permitieran asegurar la continuidad del trabajo científico. De esta forma, escribir libros para los estudiantes se considera tiempo perdido o, por lo menos, tiempo que se resta a la investigación.
El profesor se ha convertido en un investigador, que como mucho comunica a los alumnos de doctorado el resultado de su investigación. Si, por imperativo legal, tiene que impartir docencia en las materias de carácter general, concentra su atención en cuestiones específicas, dejando que los estudiantes adquieran la información general en los libros y en las monografías que existan. Lo anterior ha tenido como consecuencia el abandono de la formación básica del estudiante universitario. En las universidades americanas han detectado el error y han puesto remedio mediante la rehabilitación del profesor enseñante. En las universidades españolas este remedio está lejos de implanterse.